lunes, 27 de octubre de 2008

El hombre, depredador de la naturaleza


La Tierra enfrenta riesgos reales y crecientes


El hombre, hasta el momento ha permanecido en la cima de la pirámide depredadora y no existe en la actualidad ninguna criatura que le dispute el puesto. El mayor asesino de la tierra es el hombre y hasta mata por deporte. El depredador mata para sobrevivir El hombre es auto destructor y es consciente del asesinato que está cometiendo.

El hombre se ha convertido en el voraz destructor de la fuente natural de su propia vida, en su afán por superarse y, que en cierta forma se siente un poco Dios; creador, inventor, transformador, dueño de la vida, patrón del universo, se olvida que todas las cosas en la naturaleza no están hechas por azar, que cada especie ocupa su lugar en la rueda de la vida, que cada una tiene un rol

El hombre es aquel que destruye su propia naturaleza

Destruye su hábitat con verdadera saña, como si odiara la bellísima morada en que vive, y a las criaturas que le acompañan y viven con él. Acaba con las plantas que son su abrigo, su alimento y medicina, sin el menor agradecimiento, sin la más mínima consideración. Destruye y aniquila. Bombardea la tierra y todo ser vivo que se le atraviese con fuerza destructora.

Y así pudiéramos hacer una relación de cuanta cosa destruye y/o intenta destruir el hombre en su paso por la tierra y cada generación, como si fuese la última que fuera a existir. Tanto es el afán destructor del hombre, que intenta por igual destruir su pasado y el pasado histórico, los patrimonios de la humanidad

En Europa la naturaleza ya perdió la Batalla frente al Hombre, mientras que en nuestra América Latina todavía hoy las fuerzas naturales se oponen y luchan al avance de una civilización y que ahora muestra por todas partes su rostro destructor y depredador

Como dijo Friedrich Holderlin “hay que tener respeto por la naturaleza esa es la clave de la supervivencia de la Humanidad y América Latina es todavía el reino de la naturaleza y es por eso una región de resistencia y de esperanza”.

Como nos dice también Pablo Neruda en su Canto General “esos pueblos indígenas a los que fue tan difícil conquistar, hasta el punto de que muchos de ellos prefieren la muerte en combate, a la sumisión, no son simplemente habitantes de la tierra, huésped de la tierra, sino la tierra misma”.

El hombre, depredador de la naturaleza

Están los inconscientes que sólo consideran vida, la única digna de conservarse, la humana, como si la vida no fuera toda la naturaleza, de la que apenas somos una entre billones de especies y formas de vida.

A los humanos nos tomó millones de años convertirnos en la especie dominante que hoy arriesga su propia supervivencia si no se detiene el acelerado proceso de destrucción de la biosfera. Nuestra raza humana, cada uno de sus grandes grupos y cada uno de los individuos que la formamos, deberíamos dejar llevarnos por el instinto de supervivencia de la especie para prolongar su permanencia en el planeta. De eso se ha tratado a lo largo de la existencia de la humanidad.

Los que habitan la Tierra enfrentan riesgos reales y crecientes, la flora, la fauna y la humanidad (el hombre es también autodestructivo). Se empeña en la destrucción social de las regiones, ataca a la especie misma, se muestra peligroso por temperamento,

Hace guerras donde quedan millones de muertos, consume drogas y estupefacientes, intercambia virus genéticamente modificados, con lo cual se crea epidemias letales. Como ejemplo el SIDA. El Periódico Médico Británico asegura que "el SIDA superará la peste negra que sacudió al mundo en el siglo XIV".

El trabajo técnico y científico del hombre calienta la Tierra, el agente calorífico es el bióxido de carbono (CO2). Es consecuencia de la industria petroquímica, de la combustión de carbón, gas y petróleo, y del monóxido de carbono de los vehículos. Dados sus efectos, la temperatura ambiental del Planeta aumenta, la nieve se derrite en las montañas, las áreas polares se deshielan, el nivel de las aguas marítimas sube, en las zonas templadas las personas muere de calor.

El agua, sustento de la vida, va desapareciendo, se ensucian los ríos, mares y quebradas merman o se secan. En contraste caen diluvios en amplias zonas de la Tierra. El cuadro de inundaciones, ahogados y desaparecidos es enorme. Los océanos reciben diariamente grandes cantidades de desechos líquidos y sólidos, basuras y excretas, procedente de grandes y pequeñas ciudades.

Las selvas, océanos selváticos, fuentes de oxígeno y energía, depuradores atmosféricos, están atacadas, intensamente quemadas, talados sus árboles naturales, intervenidas las cadenas biológicas, aisladas las especies, dañadas sus poblaciones indígenas, alteradas sus condiciones naturales. Las reemplazan con hatos ganaderos o cultivos transgénicos que modifican genéticamente las plantas y alteran el ecosistema. La caza y pesca industriales exceden la capacidad de reproducción de las especies.

El impacto del hombre sobre la Tierra equivale a una colisión con un gran meteorito. Dadas estas condiciones, debemos declarar al planeta Tierra en estado de emergencia, proponernos su sustentabilidad e incorporarla dentro de nuestro planes, locales y globales, como área de protección integral.

El hombre busca utilizar los recursos que le brinda la naturaleza en su beneficio, y no está mal que se intervenga en cierta medida en el ciclo natural, pero es necesario siempre respetar el equilibrio interno elemental de la vida con el medio ambiente.

sylviaubal@gmail.com

lunes, 20 de octubre de 2008

La producción de miel está disminuyendo en Argentina y Uruguay



Muerte masiva de abejas
Si desaparecieran las abejas, en 4 años desaparecería la raza humana.
Sin abejas, no hay polinización, ni plantas, ni seres humanos”.
Albert Einstein

En los últimos años una preocupación crece, en Uruguay, Argentina y en todo el mundo; ¿por qué mueren masivamente las abejas? La ciencia tiene algunas repuestas de los expertos apicultores y biólogos

Los apicultores han tenido siempre la gran ventaja de que la abeja sobrevivió por millones de años y se adaptó a todos los desajustes producidos de manera directa o indirecta por el hombre, “el hombre destructor”. Lo llamativo es que todavía no logramos aniquilar a la especie Apis Mellifera a pesar de todo el esfuerzo que se hace para lograrlo. Lo grande es la admirable resistencia al maltrato que tiene la abeja y por eso la admiro.

El despoblamiento de las colmenas es consecuencia de varias causas, pasa por un manejo más amigable con la naturaleza y la apicultura, pero también de la agricultura, silvicultura, ganadería etc. Cuanto más nos alejamos de los manejos naturales más rápido se rompe el delicado equilibrio que reina entre las especies en la naturaleza.

La producción de miel está disminuyendo en Uruguay, durante la zafra 2007/2008 se estima que alcanzará apenas el 40% de los niveles tradicionales.

La Argentina que es el “surtidor mundial” de miel, seguido por México, produciendo hasta 75.000 toneladas, ha sufrido en los últimos años una baja del 27% en la producción debido a las sequías y a las grandes extensiones de monocultivo de soja, eucaliptos y pinos dejando como consecuencia una subida del 60% en el precio de la miel.

Los manejos antinaturales lograron el avance de las enfermedades, como el ácaro de la varroa, (succionador de sangre), a otros virus mortales, desnutrición por falta de alimentos variados que se hicieron resistentes por el uso indiscriminado de los agrotóxicos y por una carencia de diversidad genética, esto es una parte importante del problema

Herbicidas tóxicos usados en los cultivos destruyen a las abejas
Científicamente está comprobado que ciertos herbicidas usados en la siembra de monocultivos que son extremadamente tóxicos para las abejas. Tal es el caso del imidacloprid, fipronil, endosulfán, cipermetrina, entre otros, cuyo uso ha aumentado sustancialmente en Uruguay y Argentina en los últimos años.

En relación al imidacloprid, los productores apícolas alemanes han llevado a juicio a la empresa Bayer, que lidera mundialmente el mercado de agrotóxicos y que produce este insecticida. Los apicultores consideran que este insecticida es culpable de la muerte de millones de abejas. En este momento su venta está suspendida en varios países europeos, por ser esta sustancia reconocida por su alta toxicidad para las abejas. Sin embargo, se sigue utilizando masivamente en Uruguay.

El fipronil: es otro de los insecticidas reconocidos por su toxicidad para las abejas. Francia lo retiró del mercado después de haber comprobado que la muerte de millones de abejas había sido causada por el uso de esta sustancia. En el mes de enero hubo una numerosa mortandad de abejas en el departamento de Flores, en Uruguay, causada por el uso de este insecticida. Sin embargo, su uso continúa allí siendo autorizado.

El endosulfán: es muy tóxico prácticamente para todo tipo de organismos, y particularmente para las abejas. Se dispersa ampliamente en el medio ambiente a través de los vientos, ríos y corrientes marinas, trasladándose a todas partes del planeta. Su uso en Uruguay ha aumentado enormemente en los últimos años, vinculado al cultivo de la soja.

La cipermetrina: es otro insecticida peligroso, altamente tóxico para organismos acuáticos y peces, como también para las abejas. La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) lo clasifica como “posible cancerigeno humano”. Este insecticida está restringido y en algunos casos prohibido su uso por su toxicidad. Sin embargo, en Uruguay y Argentina continúa siendo utilizado masivamente. El control biológico puede acarrear algún riesgo, pero prefiero mil veces el control biológico al control químico.

Los monocultivos dañan la polinización y por ende la agricultura
La disminución de los ambientes naturales, la industria de la madera, las empresas de la pasta de papel, las grandes extensiones de los monocultivos, hace que sus efectos se introduzcan en los ecosistemas naturales, llevando allí su capacidad destructiva y su alta combustibilidad. Los cultivos de especies no atractivas o inusables para las abejas, son causantes de disminución progresiva de los ambientes para la apicultura
El monocultivo obliga a las abejas a consumir el polen de una sola especie, en la mayoría de los casos insuficiente en nutrientes y esto significa problemas muy serios de polinización y para los productores de miel

Todas estas causas pueden ser la razón de la desaparición de estos insectos tan sensibles como importantes en la agricultura, que “liban el néctar de las flores y al hacerlo permiten que el polen pase de una flor a otra, lo que favorece la fertilización y hace, en última instancia, que la fruta crezca”. Como explica Virginia Webb, una apicultora de Georgia que estos insectos tan frágiles son los ángeles de la agricultura.

Uruguay, como país exportador de miel y productor de sus alimentos, frutas y verduras, debería tomar medidas que apunten a salvaguardar a las abejas en nuestros ecosistemas, ya que finalmente son ellas el eslabón esencial de la producción de alimentos.

No negamos que la salud de la abeja está en peligro y francamente, si nada se hace las abejas podrían desaparecer en 10 años
Debemos respetar las reglas que nos impone la naturaleza. Que el hombre en su afán por superarse, en cierta forma se siente un poco Dios. Creador, inventor, transformador, dueño de la vida, patrón del universo, se olvida que las cosas en la naturaleza no están hechas por azar, que cada especie ocupa su lugar en la rueda de la vida, que cada vida tiene un rol a desempeñar y para poder cumplir con ese rol, necesita que se respete su forma de vida su evolución natural adaptada al medio, y las abejas que por millones de años, fueron capaces de defenderse solas sin la ayuda del hombre.

sylviaubal@gmail.com